miércoles, 17 de abril de 2013

El support, ¿nace, o se hace?

Hoy vengo a haceros una confesión: yo ya nací support*.
De niña era la que ordenaba los lápices de colores en la guardería para encontrarlos con más facilidad, y la que ayudaba a la profesora a que todos guardaran la fila a la hora del recreo (algo mandona también soy, eso sí).

En el colegio me encargaba de buscar los mejores lugares del patio para jugar a las casitas, lejos de los balones de baloncesto y de los niños problemáticos. También me gustaba ayudar a mis compañeros de clase a terminar sus deberes, regañándoles cuando se salían al colorear o corrigiendo sus errores en inglés.
En las fiestas de cumpleaños, la que organizaba las gymkanas y establecía las normas de los juegos siempre era yo. Disfrutaba controlándolo todo y consiguiendo que todos se divirtieran sin que se sucediese ningún altercado chungo tales como vomiteras, caídas o peleas.

Cuando llegué a la edad del pavo, la que ayudaba a sus amigas en sus primeras fechorías siempre era yo. Si alguna llegaba a casa más tarde de la cuenta, decía que era por mi culpa para que no la castigasen. Si alguien perdía algo en clase, normalmente yo sabía donde estaba. Si algún matón del colegio acosaba a alguna chica, yo siempre salía a defenderla incluso aunque acabara cobrando yo, por imbécil.

En mi adolescencia llegaron las primeras salidas, y adivinad quién era la que nunca bebía para poder cuidar de los demás. Quién les sujetaba el flequillo mientras potaban. Quién enseñaba a maquillarse a sus amigas. Quién servía de cabeza de turco cada vez que querían pasar la noche fuera, y le decían a sus madres que estaban en mi casa. Quién se sacó el carnet de conducir la primera y se convirtió automáticamente en la taxista del grupo. A quién llamaban mamá porque siempre sabía qué había que hacer. Quién se llevaba todas las hostias también, físicas o intelectuales.

Con mi experiencia profesional aprendí que lo mío era el sector servicios. Me gusta la atención al cliente, atender al público, resolver quejas y reclamaciones, que me pidan ayuda, hacer que el cliente se sienta como en su casa. He trabajado de recepcionista, de relaciones públicas, en el departamento de reclamaciones, en atención telefónica, de guía turística y de animadora y organizadora de eventos. Mi mayor satisfacción laboral no es ganar un gran sueldo o que me otorguen reconocimientos especiales, sino conseguir que todo salga bien y que el cliente acabe satisfecho. Mis responsabilidades siempre fueron las peor agradecidas, pero aún así a mí me compensa.

Cuando empecé a jugar a los videojuegos de rol lo probé todo: maga, guerrera, paladín, hechicera, cazadora. Pero con el personaje que siempre terminaba y que más me llenaba siempre solía ser el mismo: cualquier tipo de support. Me lo paso pipa curando, buffeando, utilizando control de masas, llenando arbustos de wards, vigilando los movimientos del contrario y actuando en consecuencia, etc. No necesito hacer mil muertes, aguantar todos los golpes o ser la estrella de la partida: con ayudar, me basta y me sobra. De hecho me aburre dedicarme al mata-mata, a las espadas y los escudos. Que otros brillen sin que nadie me lo agradezca es el precio que hay que pagar por conseguir una victoria, y yo lo pago encantada.


Nadie se hace support, ni tank, ni dps, ni carry. Los videojuegos son, en definitiva, otro medio en el que desarrollar nuestra personalidad de manera creativa y, por lo tanto, en ellos seguimos desempeñando el rol que elegimos más allá del monitor del pc. Lo que somos y nos hace felices. 
Otra cosa es que seamos un poco gilipollas, pero ese es otro tema que será tratado en otra ocasión.





*Support: personaje de apoyo de los videojuegos de rol que principalmente se ocupa de sanar y potenciar al resto de los personajes.